Vale que no pretendo volver a la época de nuestras abuelas, siempre en casa, rodeada de tantos hijos como "mandara el señor" (frase recurrente y antigua donde las haya dicho sea de paso), sin ningún tipo de vida social, sin más obligación que la de ocuparme de mi casa, de "mi hombre", o de mis hijos...Pero ¿y ahora? Las mujeres de hoy en día cargan sobre sus espaldas con el peso de la casa, los hijos, la pareja, el trabajo, los estudios, las amigas, la vida social, mantener una estética perfecta, y un nivel cultural y todo eso para demostrar, aun no se muy bien a quien, que poder, podemos. Vivimos a dieta constante, luchando contra la celulitis, las estrías o las patas de gallo, intentando ocultar la aparición de las canas o de las arrugas, pendientes de que nueva estravagancia está de moda esta temporada, compaginando un trabajo que no nos aporta nada pero que necesitamos para colaborar con los desorbitados gastos familiares, con el cuidado de nuestros hijos o las actividades extraescolares.
Vivimos casi obligadas a sostener un ritual constante de belleza para mantenernos dentro de los cánones de lo socialmente considerado "normal" pendientes de hidratantes, anticeluliticos, o demás productos con los que nos avasallan a diario. Atentas siempre a no descuidar el color o el corte de nuestro pelo o el maquillaje prácticamente desde que nos levantamos de la cama. Nos pasamos el día pendientes de estar sonrientes, perfumadas o a la moda.Seguimos llevando el peso de la casa, siempre atentas, preocupadas de que limpiar, que comprar o que demonios preparar para comer. Por alguna extraña razón, incomprensible aún, nuestro día tiene el doble horas de las que realmente marca el reloj. Y todo esto compatibilizandolo a la vez con la necesidad de un trabajo y como no, de unos estudios o un determinado nivel cultural, para demostrar que no solo somos "iguales" sino que muchas veces incluso somos superiores. Nos pasamos el día colgadas del móvil, arreglando problemas, que muchas veces ni siquiera son nuestros. Pendientes de mantener una mínima vida social. Sacando tiempo para dedicar a nuestra familia y a nuestros amigos, descuidando en muchas ocasiones reservar un breve periodo para nosotras mismas. Conseguimos ser a un mismo tiempo madres, hermanas, hijas, amigas, compañeras, esposas, amantes sin descuidar nuestra pretensión de ser "mujeres modernas e independientes"..
Muy bien, ¿y ahora que? Ya está. Ya lo hemos conseguido. Ocupamos el lugar que siempre hemos merecido y por el que llevamos años luchando a lo largo de la historia. ¿Y? Ya somos mujeres modernas, liberadas, independientes,reconocidas y respetadas.. Perfecto!! ¿Pero soy la única que sigue pensando que en medio de esta lucha absurda por intentar demostrar nuestra superioridad, hemos perdido algo por el camino? Insisto en que no quiero volver a los tiempos en los que simplemente eramos un complemente del hombre. Un ser prescindible que no era valorado más que por el hecho de tener el poder de engendrar hijos. Pero que demonios, ni un extremo ni el contrario. No quiero ser humillada y reprimida, pero tampoco alabada por algo que considero no merece alabación.
Soy mujer, lo se, me encanta y no necesito demostrarlo. Me gusta que me abran las puertas para entrar o que me acerquen la silla sin considerarme por ello un ser inferior. Me gusta que me regalen flores o que me inviten a cenar sin que con ello sienta que he perdido mi posición de igualdad. Me gusta que me ayuden a cargar las bolsas sin que eso me haga sentir un ser débil. Me encanta que me digan que estoy guapa o que piropeen mi forma de vestir sin pensar que eso atenta contra mi dignidad como mujer. Soy llorona, sentida y visceral y no por ello creo que merme mi fortaleza.
En definitiva, que en medio de esta contienda por reivindicar el lugar que nos corresponde, creo que hemos perdido un poco el rumbo y hemos olvidado los motivos de nuestra batalla porque,por lo menos yo, sigo sin entender una lucha por la igualdad, basada en la superioridad.
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